Corrí
evitando las grandes raíces que sobresalían del suelo. Lo que estaba escuchando
era mortal. Tenía que huir.
Caí
contra el suelo al tropezarme con una gran raíz de roble. No solo era un roble,
tenía una estructura similar a la humana, pero con características vegetativas
e inmóvil por sus ataduras a la tierra.
Gimió
antes de abrir un par de flores similares a ojos y me consumió un escalofrió. Era
justo a lo que temía. Una víctima del virus que extermino la población en el
Caribe. Luego de unos minutos de escucharla me calmó su voz femenina sin una
procedencia visible.
Me aconsejó
que enviara un mensaje de despedida a mi núcleo espacial. No era positivo que
volviera. Ya estaba infectado. Llore como nunca. Por ignorante me había condenado
a la muerte.
Explicó
lo que me pasaría a continuación. Como el virus brotaría por todo mi cuerpo
hasta convertirme en un árbol como ella. Una muerte dolorosa, pero hermosa.
Me despedí
con un simple “adiós” por el comunicador y me acosté a llorar entre las raíces
de ese frondoso roble.
Derechos Reservados © Alexis Aguirre Rivera
Comentarios
Publicar un comentario