El huracán María
destrozó a Puerto Rico y a los boricuas, pero mediante nos fuimos recuperando
en la Navidad yo recibí el milagro que tanto añoré.
Unos días después del año nuevo del 2018,
la compañía de Liberty no había reparado la línea de internet en la casa de mi
madre. Así que, para mantenerme conectado al internet por razones universitarias,
de amistades y el mantenimiento del blog; conducía hasta la entrada de mi
sector en Ponce, donde mi teléfono celular tenía más señal y varios negocios
contaban con “wifi”.
Me estacionaba, veía cuantas nuevas
vistas tenía el blog, bajaba
episodios de Netflix, hacia el proceso de matrícula “online” de Sagrado, respondía los mensajes
recibidos y me dio por descargar
nuevamente la aplicación de Tinder con la esperanza de volver a intentar
encontrar el amor de mi vida.
Mientras hacia mi complicada
selección de los “match”, me escribí con varios hombres, pero ninguno rompía
esa barrera de conversación sexualizada; hasta que sucedió algo inesperado.
Antes de regresar a mi casa, volví a
seleccionar pretendientes en la dinámica de Tinder y me topé con un chico
llamado Gamaliel. La primera vez que leía ese nombre exótico y que ni podía
mencionar. Estudiante de teología (jodoncito por el hecho de yo ser ateo) y no
tan gordito como me llamaban la atención. Entonces le di un “Sí” porque notaba
en sus ojos cierta bondad que quería que me contagiara.
Me fui a casa sin darle mucha
importancia a lo que acababa de hacer; cuando salí nuevamente de mi casa a usar
el internet, él había roto el hielo y me saludo trayendo la esperanza a mi
vida.
Continuará…
Derechos Reservados © Alexis Aguirre Rivera
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