Luego de dejarme
plantado en nuestro primer “date”, me escribió al siguiente día para pedirme disculpas y contarme que después del
drama que hizo, lo felicitó su jefa porque la
supuesta mala acción, fue lo más valiente en esa
situación. Lo premiaron hasta con una botella de whisky.
A mí no me quedo otra alternativa que creerle, no perdía
nada con darle una segunda oportunidad y ofreció traer whisky, el cual nunca había probado puro,
solo el “Fireball” que sabía a canela. Seguí organizando mis cosas en el nuevo apartamento y
descansando de la mudanza del día anterior, me dolía
los brazos y piernas por cargar tantas cajas.
Salió del trabajo y se fue a bañar,
para que no lo viera con su uniforme, lo que me indicó que me tenía que empezar a preparar.
Cuando me avisó de que llegó, ya estaba preparado y montando conversación con mi
nuevo “housematte”. Dije que tenía visita y fui a la entrada de los
condominios a recibir al chico.
Era una especie única y en peligro
de extinción. Más chiquito que yo, lo
cual fue sorpresivo porque siempre soy el enano. Una barba superbella y
cuidada. Con carne para agarrar. Peluíto como un osito cariñoso y con una combinación de ojos con sonrisa
hermosa.
Vestido con el típico “mahon”, una camisa
floral como que no sé cua’ y cargando un
botellón de whisky. “¡Mega ufff!” Mi hombre perfecto.
Ya habíamos hablado bastante lo cual
hacia que no fuera incomodo para mí. Con tantos “dates” que tuve el año anterior ya conocer a un chico en persona no me
ponía nervioso, pero él sí. Según me dijo
no había tenido un “date” hasta hace como un año. Yo que no hablo mucho, él con sus nervios comenzó a hablar como cotorra.
“Blah, blah, blah”.
Que si ¿Cómo le fue
en el trabajo?, los dramas de sus hermanos y cuanto le gustaba beber para relajarse.
Fuimos a buscar unas tazas para
servirnos el whisky. Cuando me di el primer sorbo y cogí valentía le robé un
beso callándole la boca. Nos pegamos tanto que tuvimos que dejar las tazas en
la mesa para que no se cayeran y poder acariciarnos el cabello.
Cuando paramos lo vi a la cara y se veía emocionado, los ojos le
brillaban. Le di un beso de piquito y
fui a buscar la caja de
chocolates “Ferrero” a la nevera para volver a sentarnos en el balcón.
Cámbianos de posición en las sillas;
antes mantuvimos cierta distancia uno frente al otro y esta vez me pegue a él uniendo nuestras piernas en formas de tijeras. Se
sentía chulo el calor de su cuerpo al tacto.
Ahora los nervios lo pusieron mudo,
empezando una conversación física acompañada de nuestras sonrisas, hasta que…
Continuará…
Derechos Reservados © Alexis Aguirre Rivera
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