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Príncipe Cósmico 4: Sí, se dio el primer “date”

Luego de dejarme plantado en nuestro primer “date”, me escribió al siguiente día para pedirme disculpas y contarme que después del drama que hizo, lo felicitó su jefa porque la supuesta mala acción, fue lo más valiente en esa situación. Lo premiaron hasta con una botella de whisky.
A mí no me quedo otra alternativa que creerle, no perdía nada con darle una segunda oportunidad y ofreció traer whisky, el cual nunca había probado puro, solo el “Fireball” que sabía a canela. Seguí organizando mis cosas en el nuevo apartamento y descansando de la mudanza del día anterior, me dolía los brazos y piernas por cargar tantas cajas.
Salió del trabajo y se fue a bañar, para que no lo viera con su uniforme, lo que me indicó que me tenía que empezar a preparar.
Cuando me avisó de que llegó, ya estaba preparado y montando conversación con mi nuevo “housematte”. Dije que tenía visita y fui a la entrada de los condominios a recibir al chico.
Era una especie única y en peligro de extinción. Más chiquito que yo, lo cual fue sorpresivo porque siempre soy el enano. Una barba superbella y cuidada. Con carne para agarrar. Peluíto como un osito cariñoso y con una combinación de ojos con sonrisa hermosa.
Vestido con el típico “mahon”, una camisa floral como que no sé cua’ y cargando un botellón de whisky. “¡Mega ufff!” Mi hombre perfecto.
Ya habíamos hablado bastante lo cual hacia que no fuera incomodo para mí. Con tantos “dates” que tuve el año anterior ya conocer a un chico en persona no me ponía nervioso, pero él sí. Según me dijo no había tenido un “date” hasta hace como un año. Yo que no hablo mucho, él con sus nervios comenzó a hablar como cotorra.
“Blah, blah, blah”.
Que si ¿Cómo le fue en el trabajo?, los dramas de sus hermanos y cuanto le gustaba beber para relajarse.
Fuimos a buscar unas tazas para servirnos el whisky. Cuando me di el primer sorbo y cogí valentía le robé un beso callándole la boca. Nos pegamos tanto que tuvimos que dejar las tazas en la mesa para que no se cayeran y poder acariciarnos el cabello.
Cuando paramos lo vi a la cara y se veía emocionado, los ojos le brillaban. Le di un beso de piquito y fui a buscar la caja de chocolates “Ferrero” a la nevera para volver a sentarnos en el balcón.
Cámbianos de posición en las sillas; antes mantuvimos cierta distancia uno frente al otro y esta vez me pegue a él uniendo nuestras piernas en formas de tijeras. Se sentía chulo el calor de su cuerpo al tacto.
Ahora los nervios lo pusieron mudo, empezando una conversación física acompañada de nuestras sonrisas, hasta que…
Continuará

Derechos Reservados © Alexis Aguirre Rivera

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