Cuando la cocina me dijo:
¿Qué vienes a buscar de comer? Si ya no queda nada. Me vi en la necesidad de
salir al maravilloso Walmart, que tenía al lado del nuevo apartamento. Como siempre, antes
de agarrar cualquier cosa hice en mi teléfono celular una lista.
Al terminar de comprar la comida,
solo me faltaba buscar los jabones de avena que tanto me gustaban, pero por el
camino encontré una hermosura. Se acercaba febrero y el Día de San Valentín; y
como siempre ya Walmart tenía góndolas enteras de regalos y decoración. Entre
todos los artículos vi cajas de peluches. Donde encontré uno de un perrito de
orejas largas y ojos brillosos.
Era idéntico a mi nuevo novio, mí Príncipe Cósmico. Busqué el más inmaculado, que no estuviera toqueteado y sucio, y me lo llevé en el
carrito. Se veía hermoso como el futuro dueño.
Al día siguiente él tenía su día libre en el trabajo y le propuse que se quedara
conmigo a dormir por primera vez.
Me dijo que iría a su apartamento a bañarse
y a buscar ropa. Una hora después llegó y ya yo le tenía la cena hecha. Me encantaba tratarlo como un rey.
Dejó la mochila de la ropa en la sala, cenamos en el
comedor y cuando fuimos a reposar en mi habitación y ver algo en Netflix; le di
el perrito de peluche que previamente había perfumado con mi fragancia
favorita. “Para que oliera a mí”, le dije.
Su rostro estalló de ternura y me besó por un segundo eterno.
Lo dejé observando las miles de imágenes inspiracionales
que había pegado en la pared frente a mi escritorio, para yo ir un momento al
baño. Cuando volví
lo encontré aun leyendo los artículos de la pared y besando cariñosa y
paternalmente el peluche. Proyectaba la inocencia y ternura de un niño.
Me acerqué, lo abracé por la espalda y le besé la cabecita peludita que tanto él lucia.
Continuará…
Derechos Reservados © Alexis Aguirre Rivera
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